20 junio 2010

Domingo 30 del T.O. - C


No hay nada que nos engañe más que un espejo (porque refleja la imagen externa de cada uno de nosotros... una imagen que puede ser distorsionada... maquillajes, operaciones... hacen que nuestra figura deje de ser la que realmente es...).

Y es que vivimos en el mundo de la imagen.

Todo parece valorarse por la imagen que damos y olvidamos lo más importante... el interior.

Solemos actuar como la madrastra de Blancanieves: "dime espejito, ¿quien es más guapa que yo?".

En la historia que Jesús nos cuenta, Él mismo subraya no la imagen del fariseo (aparentemente bueno pero soberbio...) sino el corazón del publicano (aparentemente malo, pero humilde).
El soberbio se cree autosufiiciente... el humilde se siente necesitado del otro...

Lo que Dios condena en el fariseo no son sus buenas obras, sino su orgullo, su mentira y lo que Dios alaba en el publicano no son sus pecados, sino su humildad...

Hoy se nos invita:

1- A mirarnos a nosostros con sinceridad y descubrir que todos tenemos algo de estos dos personajes.

2- A mirar a los demás con caridad, resaltando más sus aciertos y virtudes que fallos y defectos.

3- A mirar a Dios con humildad, sabiéndonos necesitados de Él.

Pidamos hoy ser como aquél que al humillarse fue enaltecido porque en el fondo sintió su pobreza, su pecado, su necesidad de Dios... es el mejor camino sin duda... el de la HUMILDAD de corazón...

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