06 diciembre 2012

Señales en el camino


Señales en el camino

(Adviento)

 

“Preparad el camino al Señor”. Esta es la tarea que debe ocuparnos y preocuparnos.
    Te enumero “señales” que te ayudarán a descubrir el camino por el que va a aparecer el SALVADOR… Como ejemplo te muestro algunas… ¡Apunta!


Señales de Peligro

1.      Curvas peligrosas. No siempre viene el Señor por una gran autopista debidamente señalizada; por eso se necesitan agentes que, con la mano, la mirada o con un simple guiño, indiquen la senda correcta.

2.    Desprendimientos. A veces en el camino de la vida la caída es inevitable, aunque en la mayoría de las ocasiones se pueden prevenir... informando, aconsejando, alentando y, sobre todo, acompañando.

3.    Peatones. A tu alrededor hay personas que no piensan como tú. Sin embargo, desde el respeto y la tolerancia, debes aceptarlos y mostrarles el camino correcto. Después, la ruta que escojan no debe angustiarte.

  4.    Estrechamiento de la calzada. Debemos caminar juntos pero sin codazos ni empujones. Hazte a un lado, pues siempre en el camino del Señor hay sitio para el otro.

5.     Circulación en dos sentidos. No es la vida una senda de una única dirección. Algunos regresan cuando tú partes. Lo importante es que siempre tengas preparado un saludo cariñoso, una palabra amable con aquellos que se cruzan en tu vida.

 
Señales de prohibición

1.     Entrada prohibida. El Señor necesita encontrar las puertas de tu corazón abiertas de par en par. Sin embargo hay que señalizar los lugares por donde Dios jamás osaría pasar. Prohíbete en tu vida las caras largas, los rencores, la violencia, las cabezonerías...

2.   Advertencias acústicas prohibidas. Fuera los cascos de la indiferencia y el pasotismo. Escucha al Señor, escucha a tus hermanos... ¡Están tan cerca de ti!

3.   Velocidad máxima. No vayas tan acelerado por la vida que corras el peligro de pasar de largo y perderte por el camino las enormes gracias y bendiciones que Dios pone a tu paso.

4.   Cambio de sentido prohibido. No vuelvas la vista atrás. Deja el pasado. No te pases el día lamentándote. El Señor camina hoy, ahora, en este preciso momento, a tu lado.

5. Adelantamiento prohibido. La felicidad está en el camino. No es un lugar al que haya que llegar por todos los medios en primera posición; es más bien una manera de andar, de vivir, de esperar, de confiar.
 

Señales de indicación

1.     Túnel. No te agobies por la oscuridad o por aquellos problemas para los que no encuentras salida. Simplemente déjate iluminar por El, que trae la luz, la Luz.

2.   Estacionamiento. De vez en cuando es necesario cerrar la agenda, apagar el móvil y olvidar el reloj, y encender el «GPS del corazón» para «echar una parrafada» con el Señor.

3.   Surtidor. Repostar, cargar las pilas del amor, del entusiasmo y, sobre todo, de la confianza y de la fe en Aquel que viene.

4.   Información. Es fundamental tener a mano un buen manual. Y nada mejor que la Palabra de Dios. Ah, y no te preocupes: si no lo llevas, nadie te multará, pero... ¡sería una pena que te perdieras!

5. Área de descanso. En el camino de cada día es necesario que tengas un tiempo de «asueto de espíritu.» Deja que Dios se ocupe de tus cosas mientras tu te ocupas de las suyas.


Bueno, amigo, hay muchas otras señales que tú mismo podrás ir elaborando y poniendo por el camino de la vida. No olvides que tienes una enorme responsabilidad, pues tus hermanos esperan mucho de ti, y en especial Dios que te ha escogido para una tarea tan hermosa como importante: Preparar su llegada... Sí, ha llegado el momento. ¡Animo y manos a la obra!

                                                                                              Damián

05 noviembre 2012

Los que nunca se cansan


Hay un proverbio Noruego que dice: “El heroísmo consiste en aguantar un minuto más”.

No hace mucho leí en un libro la historia de un niño que había caído en el hielo mientras patinaba y se quedó agarrado al borde del hielo, frío y solo, sin ninguna ayuda a la vista.

Mientras aguantaba en esta situación aparentemente desesperada, fue tentado muchas veces por “dejarse ir”, ya que según parecía, nadie iba a venir a rescatarlo. Y sin embargo aguantó, a pesar de todos los pronósticos. Finalmente, cuando todo parecía estar más allá de la esperanza, se aferró un minuto más y después de ese minuto extra la ayuda llegó. La historia era simple y su moral era sencilla: Este joven vivió porque tuvo el valor y la fuerza para aguantar un minuto más. El “rescate” llega justo después de que hayas renunciado a él, así que aumenta tu valentía y consigue esperar un minuto más.

Aunque ésta es una historia de heroísmo físico, queda claro que el heroísmo frecuentemente consiste en mantener el rumbo lo suficiente, en aguantar cuando todo parece estar sin esperanza, en sufrir el frío y  la soledad mientras se espera un nuevo día.

Las Escrituras nos enseñan más ó menos lo mismo sobre el heroísmo moral: En la segunda carta a los Tesalonicenses, Pablo pone fin a una larga y desafiante reprimenda, diciendo: “nunca te canses de hacer el bien. Y en su carta a los Gálatas, Pablo prácticamente repite el proverbio Noruego: “No nos cansemos de hacer el bien, ya que si no nos damos por vencidos, tarde o temprano recogeremos la cosecha”. 

Esto que parece tan sencillo, sin embargo, nos sitúa en el corazón de muchas de nuestras luchas internas. Nos damos por vencidos demasiado pronto, cedemos demasiado pronto, y no llevamos nuestra soledad a su nivel más alto.  Simplemente, no sostenemos la tensión el tiempo suficiente.

Todos experimentamos tensión en nuestras vidas: tensión con nuestras familias, tensión con nuestras amistades, tensión en nuestros lugares de trabajo, tensión en nuestras iglesias, tensión en nuestras comunidades, y tensión en nuestras conversaciones sobre otras personas, sobre la política y sobre la actualidad.

Y, como somos personas de buen corazón, sobrellevamos esa tensión con paciencia, respeto, amabilidad y paciencia - ¡por un tiempo! 

Después, en un momento concreto sentimos que esa tensión llega al límite, nos cansamos de hacer el bien, sentimos que algo estalla dentro de nosotros, y escuchamos una voz interna que nos dice: ¡Basta! ¡He estado en esto demasiado tiempo!

¡No voy a tolerar esto más! Y nos dejamos llevar, al contrario que el niño que se aferró al hielo a la espera de rescate. Perdemos la paciencia, el respeto, la amabilidad y el auto-dominio, ya sea por desfogarse, o por devolver lo recibido, ó simplemente por huir de la situación con la actitud de dejar que todo se vaya al traste.  De cualquier manera, nos negamos a cargar con la tensión por más tiempo.

Pero es en ese momento exacto, cuando tenemos que elegir entre abandonar o mantenernos,  sostener la tensión ó dejarnos llevar, es un punto moral crucial que determina el carácter de una persona: la bondad, la nobleza, la madurez profunda o la santidad espiritual, frecuentemente se ponen de manifiesto en la respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cuánta tensión sé soportar? ¿hasta dónde llega nuestra paciencia y nuestra tolerancia? ¿Cuánto podemos aguantar?

Los padres maduros soportan mucha tensión en la formación de sus hijos.  Los grandes maestros aguantan mucha tensión al tratar de abrir las mentes y los corazones de sus alumnos. Los amigos maduros asumen mucha tensión en el permanecer fieles el uno al otro. Los cristianos maduros aguantan mucha tensión al cargar con las inmadurez y los pecados de sus hermanos cristianos poco o nada practicantes. Hombres y mujeres son nobles precisamente cuando pueden caminar con paciencia, respeto, amabilidad y autodominio en medio de la tribulación y las tensiones, cuando nunca se cansan de hacer lo que es correcto.

Por supuesto, esto viene con una advertencia: aguantar la tensión no significa aceptar abusos. Los de carácter noble y con un alma santa se enfrentan a los abusos en lugar de aceptarlos a través de una bien intencionada conformidad.  A veces, en nombre de la virtud y la lealtad, se nos anima a aceptar el abuso, sin embargo esto es la antítesis de lo que Jesús hizo.  El amó, desafió, y absorbió la tensión de una forma tal que quitó los pecados del mundo.  Ahora sabemos que gracias esta larga y amarga experiencia, por muy noble que sea nuestra intención, cuando aceptamos los abusos en lugar de enfrentarlos, no evitamos el pecado sino que lo permitimos.

Sin embargo, todo esto no es fácil. Este es un camino de intensa soledad, con muchas tentaciones de dejarnos llevar y de escapar. Pero, si perseveras y nunca te cansas de hacer el bien, en tu funeral, los que te conocieron se sentirán bendecidos y agradecidos de que tu seguiste creyendo en ellos, incluso cuando ellos por un tiempo habían dejado de creer en sí mismos.

Otra buena lección para este año de la Fe, ¿no te parece?

                      Dios te guarde

                                                            Damián

13 agosto 2012

Una lección sobre la contingencia


¡Si tan solo! Con cuánta frecuencia oímos esas amargas palabras de lamento: ¡Si tan solo! ¡Si tan solo me hubiera dado cuenta antes! ¡Si tan solo hubiera estado más atento! ¡Si tan solo pudiera ver a esa persona otra vez, aunque fuera por cinco minutos!

 ¡Si tan solo no hubiera estado ahí en ese momento!

 ¡Si tan solo la tormenta no hubiese pasado cuando yo estaba en la carretera! ¡Si tan solo yo no me hubiera tomado esa bebida de más! ¡Si tan solo yo hubiese dejado la fiesta diez minutos antes! ¡Si tan solo!

Todos vivimos con ciertas lamentaciones y con la amarga conciencia de que si tan solo hubiésemos puesto mas atención o sido pacientes o valientes o amorosos en un determinado momento, nuestras vidas pudieran ser ahora muy diferentes. 

Si tan solo pudiésemos volver a vivir esos momentos de nuestras vidas para hacer todo de forma diferente.
…¡Si tan sólo pudiera retroceder los últimos diez minutos de mi vida! ¡Si tan sólo!—
… ¡A todos nos ha pasado, en mayor o menor medida!

¿Cuál es la lección? ¿Qué podríamos aprender de momentos como estos?

En primer lugar, tenemos que aprender a ver las cosas en perspectiva. A veces, un momento de descuido tiene consecuencias enormes e irrevocables, como la pérdida de un hijo o un accidente grave que produce una muerte. Pero esto no es fácil de ver en ese momento concreto.  Es en ese momento en el que es fácil perder la perspectiva.

En segundo lugar, incidentes como este tienen el propósito de enseñar la paciencia. ¡La prisa hace que se desperdicie el tiempo! También provoca descuidos momentáneos y accidentes.
 
Por último, los incidentes de este tipo se supone que nos enseñan a comprender y a perdonar la contingencia
 Filosóficamente, la contingencia significa que, a diferencia de Dios, que es autosuficiente y perfecto, nosotros vivimos con límites e imperfecciones.    Para nosotros, para cada uno de nosotros, habrá momentos de falta de atención, de descuido, de accidentes, de impaciencia estúpida, y deslices morales. El filósofo, Leibniz, tiene esta frase célebre en la que dice que no vivimos en el mejor de todos los universos posibles.

Por lo tanto, siempre se perderán carteras, habrá maletines robados, reliquias rotas, y, mucho peor, trágicos accidentes que acaban en la perdida de niños y en la perdida de vidas.  A veces también habrá momentos de descuido moral que también lamentaremos amargamente.  Nosotros no somos Dios.  Nosotros somos contingentes.

Así que la próxima vez que a alguien accidentalmente se le caiga y se le rompa ese jarrón de valor incalculable, no le respondas con ese ceño fruncido castigador que dice: ¡Cómo puedes ser tan torpe! ¡Qué cosa tan horrible has hecho!
En su lugar, haz orgulloso al viejo Leibnitz, regálale una sonrisa de complicidad que diga:

¡Ahora la contingencia es para ti!


        Un saludo de Paz…

                     Damián

Guía de Vacaciones



“Conocer bien a los otros es inteligente, conocerse bien a sí mismo, es sabiduría”, decía Einstein.
Ahora, que muchos disfrutamos de las vacaciones, no es mal momento para hacer un alto en el camino y adentrarnos en un diálogo interior profundo.

“Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea.” (Alejandro Magno).

Ahora que es más fácil que tengamos momentos de tranquilidad sería bueno que relativizáramos para ver y analizar nuestra vida desde otra perspectiva.

Relativizar tiene que ver con comprender que en circunstancias similares se tienen vivencias muy distintas. Que hay personas que ven la botella medio llena y las que la ven medio vacía. Que unas se fijan en lo positivo de cada situación y otras se dejan apresar por el miedo.

En la sociedad y las circunstancias actuales es probable que existan razones objetivas para el pesimismo y el desánimo. De hecho vivimos acosados por las malas noticias. Pero, aun así, nuestro malestar/bienestar tiene más que ver con cómo interpretamos la situación que con cómo es ésta en sí. De ahí que relativizar y centrarse en la perspectiva adecuada sea fundamental.

Es momento, también para buscar en nuestro interior. Antes se decía que “la información es poder”. Hoy disponemos de mucha información, demasiada a veces. Tanta que no sabemos filtrarla adecuadamente y nos desborda la borrachera de información. Nos pasa con muchas otras cosas de las que estamos saturados pero que no llenan el vacío interior que seguimos percibiendo.

En las interrelaciones humanas pesa más la cantidad que la calidad. Nos relacionamos con mucha gente y por muchos canales, pero ¿qué decimos? ¿Con quién hablas y compartes tus preocupaciones vitales?

Por último, la felicidad es más cuestión de frecuencia que de intensidad. No está tanto en el día de “la gran felicidad” como en los buenos y frecuentes momentos, en las pequeñas cosas del día a día. La felicidad no esta en la meta sino en el camino.

Así pues, “buen camino”. Y allá donde vayas da testimonio de que Dios está contigo.

Damián

22 abril 2012

El gran milagro

Emocionante y maravillosa película


05 febrero 2012

CADA VEZ QUE DIGO QUE SOY CREYENTE. PASODOBLE DEL CARNAVAL DE CÁDIZ

Ya estamos metidos de lleno en el carnaval y por ello te recuerdo este pasodoble, por su letra,
por su defensa de la fe, ...

http://www.youtube.com/watch?v=3i441j4MNnA&fb_source=message

Cada vez que digo que yo
soy creyente,
aparece algún
valiente que me juzga,
con la voz cobarde
del intransigente
que surge siempre de
la censura...

Esos que
presumen de ser inteligentes
y van buscando su
razón en la incultura
porque no entienden
que la Fe me haga más fuerte,
que simplemente es un
invento de los curas,
que surge
nada más, que surge por el miedo hacia la muerte...

¿Y a quién se ofende si
le doy gracias a Dios?
¿Y a quién se ofende
si le pido protección?
¡Qué más me da quién
me comprende,
si el creer me hace
más fuerte
y me hace ser mejor
persona!...

Si a Dios
lo encuentro solamente en el amor
y no en las manos
indecentes que se justifican si le adoran,
ni en las manos
pederastas ni de aquellos que mataran
y juraran
en su nombre...


Dios está
en las manos del que ayuda,
del que no pregunta
nunca
y que perdona los
errores.
Ese es el
Dios que me llena,
ese es el Dios que
ilumina.

Y si en el mismo día en
que me muera
compruebo de verdad
que no existiera,
la misma Fe que
muchos tirarían,
si me hizo ser feliz
toda mi vida,
ya habrá valido la
pena, ya habrá valido la pena...

Ser religiosa…

Ser religiosa es
pertenecer a la misma estirpe de las primitivas vírgenes cristianas. Es haber
mirado una vez fijamente a la Luz y ya no ver fuera de ella apenas otra cosa
que tinieblas.

Ser religiosa es poseer un alma de precisión, un
corazón de alta fidelidad. Es dar testimonio vivo contra tanto creyente que
pretende trabajar en joyería espiritual con mentalidad y manos de un burdo
herrero.

Ser religiosa es dejar a unos posibles hijos, perderse
en el vacío bosque de la nada para casarse con Cristo en el Calvario, ese monte
donde sólo se engendran almas.

Es renunciar a tener una familia como propia con el
único anhelo de que todos te llamen: ¡Madre!; de que todos te griten: ¡Hermana!...

Ser religiosa es permanecer en constante “radioescucha”
a la espera de cualquier angustioso "S. 0. S.". Es tener el deber de
servir sin el derecho a esperar las gracias.

Ser religiosa es formar parte escogida de la reserva espiritual del
mundo, es consagrar la vida a inyectar eficacia divina en obras puramente
humanas; es, como dijo el
Maestro, escoger sencillamente la
mejor parte.

Ser religiosa es todo eso. Y por eso, agradezco a Dios
la vida religiosa.
Dios les bendiga a todas


Damián (5 de Febrero de 2012)