13 agosto 2012

Una lección sobre la contingencia


¡Si tan solo! Con cuánta frecuencia oímos esas amargas palabras de lamento: ¡Si tan solo! ¡Si tan solo me hubiera dado cuenta antes! ¡Si tan solo hubiera estado más atento! ¡Si tan solo pudiera ver a esa persona otra vez, aunque fuera por cinco minutos!

 ¡Si tan solo no hubiera estado ahí en ese momento!

 ¡Si tan solo la tormenta no hubiese pasado cuando yo estaba en la carretera! ¡Si tan solo yo no me hubiera tomado esa bebida de más! ¡Si tan solo yo hubiese dejado la fiesta diez minutos antes! ¡Si tan solo!

Todos vivimos con ciertas lamentaciones y con la amarga conciencia de que si tan solo hubiésemos puesto mas atención o sido pacientes o valientes o amorosos en un determinado momento, nuestras vidas pudieran ser ahora muy diferentes. 

Si tan solo pudiésemos volver a vivir esos momentos de nuestras vidas para hacer todo de forma diferente.
…¡Si tan sólo pudiera retroceder los últimos diez minutos de mi vida! ¡Si tan sólo!—
… ¡A todos nos ha pasado, en mayor o menor medida!

¿Cuál es la lección? ¿Qué podríamos aprender de momentos como estos?

En primer lugar, tenemos que aprender a ver las cosas en perspectiva. A veces, un momento de descuido tiene consecuencias enormes e irrevocables, como la pérdida de un hijo o un accidente grave que produce una muerte. Pero esto no es fácil de ver en ese momento concreto.  Es en ese momento en el que es fácil perder la perspectiva.

En segundo lugar, incidentes como este tienen el propósito de enseñar la paciencia. ¡La prisa hace que se desperdicie el tiempo! También provoca descuidos momentáneos y accidentes.
 
Por último, los incidentes de este tipo se supone que nos enseñan a comprender y a perdonar la contingencia
 Filosóficamente, la contingencia significa que, a diferencia de Dios, que es autosuficiente y perfecto, nosotros vivimos con límites e imperfecciones.    Para nosotros, para cada uno de nosotros, habrá momentos de falta de atención, de descuido, de accidentes, de impaciencia estúpida, y deslices morales. El filósofo, Leibniz, tiene esta frase célebre en la que dice que no vivimos en el mejor de todos los universos posibles.

Por lo tanto, siempre se perderán carteras, habrá maletines robados, reliquias rotas, y, mucho peor, trágicos accidentes que acaban en la perdida de niños y en la perdida de vidas.  A veces también habrá momentos de descuido moral que también lamentaremos amargamente.  Nosotros no somos Dios.  Nosotros somos contingentes.

Así que la próxima vez que a alguien accidentalmente se le caiga y se le rompa ese jarrón de valor incalculable, no le respondas con ese ceño fruncido castigador que dice: ¡Cómo puedes ser tan torpe! ¡Qué cosa tan horrible has hecho!
En su lugar, haz orgulloso al viejo Leibnitz, regálale una sonrisa de complicidad que diga:

¡Ahora la contingencia es para ti!


        Un saludo de Paz…

                     Damián

Guía de Vacaciones



“Conocer bien a los otros es inteligente, conocerse bien a sí mismo, es sabiduría”, decía Einstein.
Ahora, que muchos disfrutamos de las vacaciones, no es mal momento para hacer un alto en el camino y adentrarnos en un diálogo interior profundo.

“Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea.” (Alejandro Magno).

Ahora que es más fácil que tengamos momentos de tranquilidad sería bueno que relativizáramos para ver y analizar nuestra vida desde otra perspectiva.

Relativizar tiene que ver con comprender que en circunstancias similares se tienen vivencias muy distintas. Que hay personas que ven la botella medio llena y las que la ven medio vacía. Que unas se fijan en lo positivo de cada situación y otras se dejan apresar por el miedo.

En la sociedad y las circunstancias actuales es probable que existan razones objetivas para el pesimismo y el desánimo. De hecho vivimos acosados por las malas noticias. Pero, aun así, nuestro malestar/bienestar tiene más que ver con cómo interpretamos la situación que con cómo es ésta en sí. De ahí que relativizar y centrarse en la perspectiva adecuada sea fundamental.

Es momento, también para buscar en nuestro interior. Antes se decía que “la información es poder”. Hoy disponemos de mucha información, demasiada a veces. Tanta que no sabemos filtrarla adecuadamente y nos desborda la borrachera de información. Nos pasa con muchas otras cosas de las que estamos saturados pero que no llenan el vacío interior que seguimos percibiendo.

En las interrelaciones humanas pesa más la cantidad que la calidad. Nos relacionamos con mucha gente y por muchos canales, pero ¿qué decimos? ¿Con quién hablas y compartes tus preocupaciones vitales?

Por último, la felicidad es más cuestión de frecuencia que de intensidad. No está tanto en el día de “la gran felicidad” como en los buenos y frecuentes momentos, en las pequeñas cosas del día a día. La felicidad no esta en la meta sino en el camino.

Así pues, “buen camino”. Y allá donde vayas da testimonio de que Dios está contigo.

Damián